"La primavera" de Sandro Botticelli |
"La primavera ha venido
nadie sabe cómo ha sido"
Ya lo dijo el bueno de Antonio Machado, pero a nosotros no queremos que nos pille por sorpresa, así que nos adelantamos a su ansiada venida con la esperanza de acelerarla en estos días en que de nuevo el frío campa por sus respetos.
No es que nos queramos pasar de previsores -cada cosa a su tiempo y no por mucho madrugar amanece más temprano- pero queremos preparar un librito en este Blog con "poemas para la primavera", al igual que ya hicimos con nuestro amigo el invierno. No queremos que haya envidias ni favoritismos, a cada cual lo suyo.
Y, como en esa ocasión, queremos completarlo con la colaboración de todos los que, rebuscando en ajadas antologías de versos o navegando por Internet, quieran ayudarnos a reunir poemas que tengan como protagonista a la primavera. Pueden ser de autores españoles o hispanoamericanos, pero también poemas traducidos de otras lenguas. Enviadlos como comentarios a esta misma entrada de forma anónima, con seudónimo o con vuestro nombre -cualquier fórmula es buena- o a la dirección de correo lengua.laserna@gmail.com, y ya veréis cómo mejora el tiempo y empiezan a florecer las rosas y los corazones.
Terminemos con Gustavo Adolfo Bécquer lo que empezamos con Antonio Machado:
"Mientras haya en el mundo
primavera, ¡habrá poesía! "
Os muestro el soneto que Antonio Vivaldi escribió para acompañar su famoso concierto para violín "La primavera"
ResponderEliminarLA PRIMAVERA
Llegó la primavera y de contento
las aves la saludan con su canto,
y las fuentes al son del blanco viento
con dulce murmurar fluyen en tanto.
El aire cubren con su negro manto
truenos, rayos, heraldos de su adviento,
y acallándolos luego, aves sin cuento
tornan de nuevo a su canoro encanto.
Y así sobre el florido ameno prado
entre plantas y fronda murmurante
duerme el pastor con su fiel perro al lado.
De pastoral zampoña al son chispeante
danzan ninfa y pastor bajo el techado
de primavera al irrumpir brillante.
Dicen que no hay mejor ánimo que el que uno se da a sí mismo, así que, antes de que lleguen los cientos de "poemas primaverales" que esperamos -el optimismo derriba montañas- aquí va una pequeña aportación a nuestro proyecto de antología: un poema de Rafael Alberti, donde la primavera pone flores sobre la tierra ensangrentada.
ResponderEliminarLa primavera
Otra vez tú, si esta venida
más que imposible me parece
puesto que sube y reverdece
en tan tremenda sacudida
Otra vez tú, poniendo flores
sobre la tumba improvisada
y esa apariencia de colores
en esta patria ensangrentada
¿otra vez tú, la primavera?
Otra vez tú tan sin medida
tu corazón que estalla y crece,
mientras la tierra se enriquece
de vida muerta y nueva vida.
¿Otra vez tú poniendo flores...?
Venga, me habéis picao. Este poema es un poco friki, pero dicen que Fernando Pessoa, de Portugal, es uno de los mejores poetas del mundo. Yo solo digo que me gusta.
ResponderEliminarCUANDO VENGA LA PRIMAVERA
Cuando venga la Primavera,
si ya estuviera muerto,
las flores florecerán de la misma manera
y los árboles no serán menos verdes que en la primavera pasada.
La realidad no precisa de mí.
Siento una alegría enorme
al pensar que mi muerte no tiene importancia alguna.
Si supiera que mañana moriría
y la primavera fuera pasado mañana,
moriría contento, porque ella sería pasado mañana.
Si ese es su tiempo, ¿cuándo habría de venir sino en su tiempo?
Me gusta que todo sea real y que todo esté bien;
Y me gusta porque así sería, incluso si no me gustase.
Por eso, si muriera ahora, moriría contento,
porque todo es real y todo está bien.
Pueden rezar en latín sobre mi ataúd, si quieren.
Si quisieran, podrían bailar y cantar alrededor.
No tengo preferencias para cuando ya no pueda tener preferencias.
Lo que fuera, cuando fuera, es que será lo que es.
Lo acabo de encontrar en Internet, es de Pablo Neruda, pero lo que no sé es que pinta Quevedo en el poema. A lo mejor alguien me lo puede explicar.
ResponderEliminarCon Quevedo, en primavera
Todo ha florecido en
estos campos, manzanos,
azules titubeantes, malezas amarillas,
y entre la hierba verde viven las amapolas.
El cielo inextinguible, el aire nuevo
de cada día, el tácito fulgor,
regalo de una extensa primavera.
Sólo no hay primavera en mi recinto.
Enfermedades, besos desquiciados,
como yedras de iglesia se pegaron
a las ventanas negras de mi vida
y el sólo amor no basta, ni el salvaje
y extenso aroma de la primavera.
Y para ti qué son en este ahora
la luz desenfrenada, el desarrollo
floral de la evidencia, el canto verde
de las verdes hojas, la presencia
del cielo con su copa de frescura?
Primavera exterior, no me atormentes,
desatando en mis brazos vino y nieve,
corola y ramo roto de pesares,
dame por hoy el sueño de las hojas
nocturnas, la noche en que se encuentran
los muertos, los metales, las raíces,
y tantas primaveras extinguidas
que despiertan en cada primavera.
La primavera besaba, de Antonio Machado.
ResponderEliminarLa primavera besaba
suavemente la arboleda,
y el verde nuevo brotaba
como una verde humareda.
Las nubes iban pasando
sobre el campo juvenil...
Yo vi en las hojas temblando
las frescas lluvias de abril.
Bajo ese almendro florido,
todo cargado de flor
—recordé—, yo he maldecido
mi juventud sin amor.
Hoy, en mitad de la vida,
me he parado a meditar...
¡Juventud nunca vivida,
quién te volviera a soñar!
Antonio machado
Primavera, de Rafael Morales
Era una noche azul; la primavera
inundaba mis sienes y mis manos,
y era el mundo, muchacha, un fruto inmenso,
cálido, abierto, mudo y entregado.
Sentí mi carne desprenderse, irse
por el paisaje misterioso y claro,
mi sangre fue con los arroyos lentos,
mi corazón perdióse en el espacio.
Era hermoso en la piel sentir el roce,
hecho leve suspiro, de los astros,
y tener en la mano, dulcemente,
un murmullo de nubes y de pájaros.
Me fundí con el aire, con las cosas,
sentí el fondo del mundo entre los labios
y palpité, en la noche inmensa, grande,
como un tremendo arcángel derramado.
El muerto, de José Hierro
Aquel que ha sentido una vez en sus manos temblar la alegría
no podrá morir nunca.
Yo lo veo muy claro en mi noche completa.
Me costó muchos siglos de muerte poder comprenderlo,
muchos siglos de olvido y de sombra constante,
muchos siglos de darle mi cuerpo extinguido
a la hierba que encima de mí balancea su fresca verdura.
Ahora el aire, allá arriba, más alto que el suelo que pisan los vivos,
será azul. Temblará estremecido, rompiéndose,
desgarrado su vidrio oloroso por claras campanas,
por el curvo volar de los gorriones,
por las flores doradas y blancas de esencias frutales.
(Yo una vez hice un ramo con ellas.
Puede ser que después arrojara las flores al agua,
puede ser que le diera las flores a un niño pequeño,
que llenara de flores alguna cabeza que ya no recuerdo,
que a mi madre llevara las flores:
yo quería poner primavera en sus manos.)
¡Será ya primavera allá arriba!
Pero yo que he sentido una vez en mis manos temblar la alegría
no podré morir nunca.
Pero yo que he tocado una vez las agudas agujas del pino
no podré morir nunca.
Morirán los que nunca jamás sorprendieron
aquel vago pasar de la loca alegría.
Pero yo que he tenido su tibia hermosura en mis manos
no podré morir nunca.
Aunque muera mi cuerpo, y no quede memoria de mí.
Estos poemas los he encontrado en una página que se llama http://www.nidodepoesia.com/primavera.htm.
ResponderEliminarLos copio por si no tenéis ganas de mirarla. Hay más pero estos son los que más me gustan
Javier Salvago: Anuncio de primavera
Mi vida está hecha de noches,
de lágrimas de estrellas, de lunas
frías y silenciosas.
Como un ángel de las tinieblas
se acostumbraron mis ojos a las calles
oscuras, a la penumbra de los bares,
a la luz, de neón, artificial.
Gentes, recién llegadas de la tarde,
aseguran que volvió la Primavera
y en mi ropero sólo hay trajes negros,
presentimientos negros,
máscaras de amargura.
Señora de los Cielos Luminosos,
cuando no sea un maldito
me haré unas alas
-como Ícaro-
e intentaré volar al sol.
Carmen Conde: Revelación
M i sangre me golpetea
resucitándome erguida.
T emía vivir sin sueños
y es mi sangre la que grita:
no vas a retroceder,
mantén tu antorcha encendida.
P or si creyera que no,
su voz airada me grita:
que sí, que sí, que ya vas
desbordadamente viva.
A fuera dolores viejos;
se han secado las heridas
del tanto penar a solas
para dejarte vencida.
N o sé si es la primavera
que se siente ya venida
o es que me ofrece Dios
en vez de espinas, celindas.
C anto porque soy dichosa,
en milagro conseguida
junto a la luz de una tarde
que me ha devuelto la vida.
José Jiménez Lozano: Nieve en primavera
A sómate a la ventana: llueven rosas,
mariposas quizás revolotean, construidas
en las aéreas estancias de lo Alto;
nacidas allá arriba, donde nuestros deseos
y esperanzas, al subir, sucumben.
¿T e acuerdas de la Vía Láctea en el verano,
que deja pasar la luz de la puerta del palacio
de los dioses, como si estuviera mal cerrada?
P or allí ha debido de bajar esta hermosura,
porque quizás los dioses celebran una fiesta
y envían
tal regalo nupcial hacia la tierra.
Este poema de Emilio Prados es precioso.
ResponderEliminarPrimavera
Cuando era primavera en España:
frente al mar, los espejos
rompían sus barandillas
y el jazmín agrandaba
su diminuta estrella,
hasta cumplir el límite
de su aroma en la noche.
Cuando era primavera.
Cuando era primavera en España:
junto a la orilla de los ríos,
las grandes mariposas de la luna
fecundaban los cuerpos desnudos
de las muchachas
y los nardos crecían silencios
dentro del corazón
hasta taparnos la garganta.
Cuando era primavera.
Cuando era primavera en España:
todas las playas convergían en un anillo
y el mar sonaba entonces,
como el ojo de un pez sobre la arena,
frente a un cielo más limpio
que la paz de una nave, sin viento, en su pupila.
Cuando era primavera.
Cuando era primavera en España:
los olivos temblaban
adormecidos bajo la sangre azul del día,
mientras que el sol rodaba
desde la piel tan limpia de los toros,
al terrón en barbecho
recién movido por la lengua caliente de la azada
Cuando era primavera.
Cuando era primavera en España:
los cerezos en flor
se clavaban de un golpe contra el sueño
y los labios crecían
como la espuma en celo de una aurora,
hasta dejarse nuestro cuerpo a su espalda,
igual que el agua humilde
de un arroyo que empieza.
Cuando era primavera.
Cuando era primavera en España:
todos los hombres olvidaban su muerte
y se tendían confiados, juntos, sobre la tierra
hasta olvidarse el tiempo
y el corazón tan débil por el que ardían.
Cuando era primavera.
Cuando era primavera en España:
yo buscaba en el cielo.
yo buscaba
las huellas tan antiguas
de mis primeras lágrimas
y todas las estrellas levantaban mi cuerpo
siempre tendido en una misma arena,
al igual que el perfume, tan lento,
nocturno, de las magnolias.
Cuando era primavera.
Pero, ¡ay!, tan sólo
cuando era primavera en España.
Solamente en España,
antes, cuando era primavera.
este poema no puede faltar, es la Dda a la primavera de Pablo Neruda
ResponderEliminarPABLO NERUDA – ODA A LA PRIMAVERA
Primavera
temible,
rosa
loca,
llegarás,
llegas
imperceptible,
apenas
un temblor de ala, un beso
de niebla con jazmines,
el sombrero
lo sabe,
los caballos,
el viento
trae una carra verde
que los árboles Icen
y comienzan
las hojas
a mirar con un ojo,
a ver de nuevo el mundo,
se convencen.
Todo está preparado,
el viejo sol supremo,
el agua que habla,
todo,
y entonces
salen todas las faldas
del follaje,
la esmeraldina,
loca
primavera,
luz desencadenada,
yegua verde,
todo
se multiplica,
todo
busca
palpando
una materia
que repita su forma,
el germen mueve
pequeños pies sagrados,
el hombre
ciñe
el amor de su amada,
y la tierra se llena
de frescura,
de pétalos que caen
como harina,
la tierra
brilla recién pintada
mostrando
su fragancia
en sus heridas,
los besos de los labios de claveles,
la marea escarlata de la rosa.
Ya está bueno!
Ahora,
primavera,
dime para qué sirves
y a quién sirves.
Dime si el olvidado
en su caverna
recibiò tu vista,
si el abogado pobre
en su oficina
vio florecer tus pétalos
sobre la sucia alfombra,
si el minero
de las minas de mi patria
no conociò
más que la primavera negra
del carbòn
o el viento envenenado
del azufre.
Primavera,
muchacha,
te esperaba!
Toma esta escoba y barre
el mundo.
Limpia
con este trapo
las fronteras,
sopla
los techos de los hombres,
escarba
el oro
acumulado
y reparte
los bienes
escondidos,
ayúdame
cuando
ya
el
hombre
esté libre
de miseria,
polvo,
harapos,
deudas,
llagas,
dolores,
cuando
con tus transformadoras manos de hada
y las manos del pueblo,
cuando sobre la tierra
el fuego y el amor
toquen tus bailarines
pies de nácar,
cuando
tú, primavera,
entres
a todas
las casas de los hombres,
te amaré sin pecado,
desordenada dalia,
acacia loca,
amada,
contigo, con tu aroma,
con tu abundancia, sin remordimiento
con tu desnuda nieve
abrasadora,
con tus más desbocados manantía
sin descartar la dicha
de otros hombres,
con la miel misteriosa
de las abejas diurnas,
sin que los negros tengan
que vivir apartados
de los blancos,
oh primavera
de la noche sin pobres,
sin pobreza,
primavera
fragante,
llegarás,
llegas,
te veo
venir por el camino:
ésta es mi casa,
entra,
tardabas,
era hora,
qué bueno es florecer,
qué trabajo
tan bello:
qué activa
obrera eres,
primavera,
tejedora,
labriega,
ordeñadora,
múltiple abeja,
máquina
transparente,
molino de cigarras,
entra
en todas las casas,
adelante,
trabajaremos juntos
en la futura y pura
fecundidad florida.
Es de Philip Larkin y se titula "Árboles"
ResponderEliminarLos árboles ya comienzan a brotar
como algo casi a punto de ser dicho;
los nuevos tallos descansan y se propagan,
su verdor es una especie de tristeza.
¿Se trata de que ellos nacen nuevamente
y nosotros nos hacemos más viejos? No, ellos también mueren.
Su truco anual de lucir nuevos
se inscribe en sus fibras en anillos.
Sin embargo, los incansables castillos desgranan
su gruesa madurez cada primavera.
Ha muerto el último año, parecen decir,
comencemos otra vez, otra vez, otra vez.
Es el poema Primavera de Eloy Sanchez Rosillo
ResponderEliminarPrimavera de Eloy Sánchez Rosillo
Abrí el balcón y vi la maravilla:
estaba ahí la primavera.
¿Cómo pudo ser todo así, tan simple?
Algo raro ocurrió.
El balcón de una casa
cualquiera, en una calle
de una ciudad cualquiera.
Abrí y miré. Eso tan sólo hice.
Y sucedió el prodigio.
Qué cosa tan extraña.
Mi casa era un palacio.
Yo era el rey de la vida.
El balcón daba a marzo,
a un día de jilgueros.
Este se titula Buen tiempo, mal tiempo y es de un poeta griego moderno llamado Constantino Kavafis
Me alegra que se vaya
el invierno con sus nieblas, temporales y frío.
La primavera entra en mí, oh alegría verdadera.
La risa es como un rayo de sol, todo de oro puro,
no hay otro jardín como el del amor,
el calor de la canción derrite todas las nieves.
Que agradable cuando la primavera
siembra de flores las verdes campiñas.
Pero si tienes el corazón herido es como si llegara el invierno.
La tristeza puede empañar el mas brillante de los soles;
si estás apenado, Mayo parecerá Diciembre,
porque las lágrimas son tan frías como la nieve.
El -ultimo es de García Lorca
Idilio
Tú querías que yo te dijera
el secreto de la primavera.
Y yo soy para el secreto
lo mismo que es el abeto.
Árbol cuyos mil deditos
señalan mil caminitos.
Nunca te diré, amor mío,
por qué corre lento el río.
Pero pondré en mi voz estancada
el cielo ceniza de tu mirada.
¡Dame vueltas, morenita!
Ten cuidado con mis hojitas.
Dame más vueltas alrededor,
jugando a la noria del amor.
¡Ay! No puedo decirte, aunque quisiera,
el secreto de la primavera.
En la antología del invierno metí 6 poemas,
Se me olvidaba este
ResponderEliminarLA PRIMAVERA
De lejanas alturas desciende el nuevo día,
despierta de entre las sombras la mañana,
a la humanidad sonríe, engalanada y alegre,
de gozo está la humanidad suavemente penetrada.
Nueva vida desea al porvenir abrirse,
con flores, señal de alegres días,
cubrir parece la tierra y el gran valle,
alejando la Primavera todo signo doloroso.
Friedrich Holderlin, es alemán creo
Otro poema de Antonio Machado
ResponderEliminarEl limonero lánguido suspende
una pálida rama polvorienta
sobre el encanto de la fuente limpia,
y allá en el fondo sueñan
los frutos de oro...
Es una tarde clara,
casi de primavera,
tibia tarde de marzo
que el hálito de abril cercano lleva;
y estoy solo, en el patio silencioso,
buscando una ilusión cándida y vieja:
alguna sombra sobre el blanco muro,
algún recuerdo, en el pretil de piedra
de la fuente dormido, o, en el aire,
algún vagar de túnica ligera.
En el ambiente de la tarde flota
ese aroma de ausencia,
que dice al alma luminosa: nunca,
y al corazón: espera.
Ese aroma que evoca los fantasmas
de las fragancias vírgenes y muertas.
Sí, te recuerdo, tarde alegre y clara,
casi de primavera,
tarde sin flores, cuando me traías
el buen perfume de la hierbabuena,
y de la buena albahaca,
que tenía mi madre en sus macetas.
Que tú me viste hundir mis manos puras
en el agua serena,
para alcanzar los frutos encantados
que hoy en el fondo de la fuente sueñan...
Sí, te conozco, tarde alegre y clara,
casi de primavera.
Que no se diga que, mientras otros se afanan persiguiendo versos de primavera, yo me estoy con los brazos cruzados en estos todavía invernales días de marzo.
ResponderEliminarTraigo tres poemas de tres grandes mujeres poetas de Hispanoamerica.
“Vida” de la argentina Alfonsina Storni
Mis nervios están locos, en las venas
la sangre hierve, líquido de fuego
salta a mis labios donde finge luego
la alegría de todas las verbenas.
Tengo deseos de reír; las penas
que de donar a voluntad no alego,
hoy conmigo no juegan y yo juego
con la tristeza azul de que están llenas.
El mundo late; toda su armonía
la siento tan vibrante que hago mía
cuando escancio en su trova de hechicera.
Es que abrí la ventana hace un momento
y en las alas finísimas del viento
me ha traído su sol la primavera.
“Podad mi cuerpo” de la argentina Alejandra Pizarnik
Podad mi cuerpo
cada primavera,
y que crezcan
con fuerzas renovadas,
en su tumba,
mis esquejes.
“Tal vez en primavera” de la peruana Blanca Varela
Tal vez en primavera.
Deja que pase esta sucia estación de hollín y lágrimas
hipócritas.
Hazte fuerte. Guarda miga sobre miga. Haz una fortaleza
de toda la corrupción y el dolor.
Llegado el tiempo tendrás alas y un rabo fuerte de toro o
de elefante para liquidar todas las dudas, todas las
moscas, todas las desgracias.
Baja del árbol.
Mírate en el agua. Aprende a odiarte como a ti mismo.
Eres tú. Rudo, pelado, primero en cuatro patas, luego en
dos, después en ninguna.
Arrástrate hasta el muro, escucha la música entre las
piedrecitas.
Llámalas siglos, huesos, cebollas.
Da lo mismo.
Las palabras, los nombres, no tienen importancia.
Escucha la música. Sólo la música.
Primavera
ResponderEliminarHay en la playa espejos de agua
Locos de pájaros en los bosques los árboles
La nieve se disuelve en la montaña
De tantas flores brillan las ramas del manzano
Que huye el pálido sol
En noche de invierno y en un áspero mundo
vivo esta primavera oh inocente a tu lado
No hay noche para nosotros
Lo que es perecedero no te alcanza
Y no quieres sentir el frío
En esta primavera nuestra
La que tiene razón.
Paul Eluard, poeta francés.
Además habla de los animales
ResponderEliminarPRIMAVERA, Gabriel Celaya
Con ternura,
con mis pulmones de una dulce palidez, llorada rosa
y avidez anhelante
que son casi dos niños enamorados del aire,
con asombro,
con todo lo que en mi cuerpo es aún capaz de inocencia,
pienso en los grandes animales melancólicos y mansos,
y en los pequeños, devoradores y tenaces.
También esos bueyes tuvieron
su piel lisa del tiempo de las rosas ;
pero ahora están cubiertos de una fría dureza,
de conchas y pequeños objetos milenarios.
Pienso en ellos y los amo
por el cansancio y la dulzura de su tristeza aceptada,
y los amo sobre todo
por sus ojos aplacados y su fuerza que no usan ;
pienso en las hormigas, siempre cerca de la tierra
naciendo debajo de su oscura lengua ;
pienso en los limacos resbalando
por su suave camino de seda y de saliva ;
pienso en todos los pequeños animales
y en los grandes también, que tienen algo
de tristeza de mar al mediodía ;
y pienso en los animales rubios y voraces
que, juntos, forman la alegría del domingo,
y en su pulso vivísimo que agitan
la brisa y el olor de los jazmines.
La hierba crece diminuta e irresistible
como lenta invasión de nueva vida.
Llega la primavera y las muchachas
tiemblan entre las grandes flores blancas y amarillas.
Con los pulmones abiertos respiramos el aire.
Los gritos, sin nacer, se miran extasiados.
El cerebro enternece por su muda blancura
de planta sofocada de gozos silenciosos.
Cierro los ojos para unirme con las plantas,
con todos los seres no nacidos
que, bajo tierra, siento ya que se agitan.
Cierro los ojos. Duermo. Mis pulmones
como dulces y vivos animales se estremecen ;
dentro de mí luchan sus pálidas raíces,
hacen quizá por desprenderse.
¡ Oh silencio infinito en el que siento
un escondido latir de imperceptibles gritos,
un tenaz y pequeño palpitar
de nuevas vidas hechas o nueva primavera !
¡ Oh manos diminutas moviéndose ose en la yedra !
¡ Oh primavera ! ¡ Volver ! Renunciar a lo que fui
para ser la nueva vida que crece ya bajo la tierra.
De un poeta mejicano, Octavio Paz
ResponderEliminarPulida claridad de piedra diáfana,
lisa frente de estatua sin memoria:
cielo de invierno, espacio reflejado
en otro más profundo y más vacío.
El mar respira apenas, brilla apenas.
Se ha parado la luz entre los árboles,
ejército dormido. Los despierta
el viento con banderas de follajes.
Nace del mar, asalta la colina,
oleaje sin cuerpo que revienta
contra los eucaliptos amarillos
y se derrama en ecos por el llano.
El día abre los ojos y penetra
en una primavera anticipada.
Todo lo que mis manos tocan, vuela.
Está lleno de pájaros el mundo.
Octavio Paz
Este abril
ResponderEliminarCómo llegas, abril, con qué delgada
planta de junco pisas en la arena.
Un delirio de luz en cada vena
y una gota de azul en la pisada.
Una gota de azul, la delicada
inundación de amor ceñida y plena,
una esbelta delicia que encadena
de inabarcable aroma desbordada.
Algo en mí, que no es mío, se levanta
surtidor de imposibles sensaciones,
canta tu dicha y mi delicia canta.
Y la honda transparencia de tenerte
en la alta alegría que me impones
vencedor cada día de la muerte.
José Luis Hidalgo
Tres sonetos, (creo)
ResponderEliminarJuan Cunha, de Uruguay
Vine para decir tu primavera...
Vine para decir tu primavera
Digo para nombrar dulce tus aves
Por abrirte las flores que tú sabes
Para hacerte de todas la primera
Era hermosa la tarde y cómo era
Si la evoco de pronto ya ni cabes
Eres tarde infinita ya sin llaves
Estás en donde esté y yo te quiera
Que estás en donde estoy hoy y te quiero
Ya no me importará decir me muero
Porque no será cierto de seguro
Pero vine no más para decirte
Que ya no podrás irte ni morirte
Por más que se haga triste y ponga oscuro
Primavera, de Manuel Machado
¡Oh, el sotto voce balbuciente, oscuro,
de la primer lujuria!… ¡Oh, la delicia
del beso adolescente, casi puro!…
¡Oh, el no saber de la primer caricia!…
¡Despertarse de amor entre cantares
y humedad del jardín, llanto sin pena,
divina enfermedad que el alma llena,
primera mancha de los azahares!…
Angel, niño, mujer…. Los sensuales
ojos adormilados y anegados
en inauditas savias incipientes…
¡Y los rostros de almendra, virginales,
como flores al sol aurirrosados,
en los campos de mayo sonrientes!
En un álbum, de Salvador Díaz Mirón
Dicen que el nauta que frecuenta el hielo
del yermo boreal, venciendo el frío,
recibe a veces de ignorado cielo
una olorosa ráfaga de estío.
¡Qué beso el de tal hálito de paso!
¡Qué fruición! ¡Qué delicia! ¡Qué embeleso!
¡Sólo un beso de amor produce acaso
mayor placer que semejante beso!
Pues bien, yo experimento a tus miradas
lo que en el polo el peregrino siente,
cuando una de esas brisas perfumadas
va de otro clima a acariciar su frente.
En mi noche invernal, Dios ha querido
que el resplandor de tus pupilas fuera
un efluvio de rosas difundido
en un rayo de sol de primavera.
solo con Juan ramón Jiménez se puede montar una antología de primavera
ResponderEliminarDomingo de primavera
Un pájaro, en la lírica calma del mediodía
Canta bajo los mármoles del palacio sonoro;
Sueña el sol vivos fuegos en la cristalería,
En la fuente abre el agua su cantinela de oro.
Es una fiesta clara con eco cristalino:
En el mármol el pájaro; las rosas en la fuente:
¡Garganta fresca y dura!; ¡azul, dulce, argentino
Llorar, sobre la flor satinada y reciente!
Es un ensueño real, voy, colmado de gracia.
Soñando, sonriendo, por las radiantes losas.
Henchida el alma de la pura aristocracia
Do la fuente, del pájaro, del olor de las rosas.
PRIMAVERA MADRE
¡Madre mía, tierra,
otra vez más verde,
más plena, más bella!
(Y yo, mientras, hijo
tuyo, con más secas
hojas en las venas).
¡Madre mía, tierra,
sé tú siempre joven,
y que yo me muera!
(Y tú, mientras, madre
mía, con más frescas
hojas en las piernas).
Primavera amarilla
Abril venía, lleno
todo de flores amarillas:
amarillo el arroyo,
amarillo el vallado, la colina,
el cementerio de los niños,
el huerto aquel, donde el amor vivía.
El sol ungía de amarillo el mundo,
con sus luces caídas;
¡ay, por los lirios áureos,
el agua de oro, tibia;
las amarillas mariposas
sobre las rosas amarillas!
Guirnaldas amarillas escalaban
los árboles; ¡el día
era una gracia perfumada de oro,
en un dorado despertar de vida!
Entre los huesos de los muertos
abría Dios sus manos amarillas.
Francina en la primavera
“Francina, en la primavera
tienes la boca más roja?
-La primavera me pone
siempre más roja la boca.
- Es que besas más, o es
que las rosas te arrebolan?
- Yo no sé si es mal de besos
o si es dolencia de rosas.
- Y, te gustan más los labios
o las rosas?- ¿Qué me importa?…
La rosa me sabe a beso,
el beso a beso y a rosa.
Entonces le puse un beso
en la rosa de su boca…
La tarde de abril moría,
rosamente melancólica;
las fuentes iban al cielo,
con su plata temblorosa…
Francina deshojó a besos
su boca sobre mi boca.”
POR EL INFLUJO DE LA PRIMAVERA
ResponderEliminarSobre el jarrón de cristal
hay flores nuevas. Anoche
hubo una lluvia de besos.
Despertó un fauno bicorne
tras un alma sensitiva.
Dieron su olor muchas flores.
En la pasional siringa
brotaron las siete voces
que en siete carrizos puso
Pan.
Antiguos ritos paganos
se renovaron. La estrella
de Venus brilló más límpida
y diamantina. Las fresas
del bosque dieron su sangre.
El nido estuvo de fiesta.
Un ensueño florentino
se enfloró de primavera,
de modo que en carne viva
renacieron ansias muertas.
Imaginaos un roble
que diera una rosa fresca;
un buen egipán latino
con una bacante griega
y parisiense. Una música
magnífica. Una suprema
inspiración primitiva,
llena de cosas modernas.
Un vasto orgullo viril
que aroma el odor di fémina;
un trono de roca en donde
descansa un lirio.
¡Divina Estación! ¡Divina
Estación! Sonríe el alba
más dulcemente. La cola
del pavo real exalta
su prestigio. El sol aumenta
su íntima influencia; y el arpa
de los nervios vibra sola.
¡Oh, Primavera sagrada!
¡Oh, gozo del don sagrado
de la vida! ¡Oh bella palma
sobre nuestras frentes! ¡Cuello
del cisne! ¡Paloma blanca!
¡Rosa roja! ¡Palio azul!
¡Y todo por ti, oh alma!
Y por ti, cuerpo, y por ti,
idea, que los enlazas.
¡Y por Ti, lo que buscamos
y no encontraremos nunca
jamás!
RUBÉN DARÍO
Despedida de un paisaje
ResponderEliminarDespedida de un paisaje
No le reprocho a la primavera
que llegue de nuevo.
No me quejo de que cumpla
como todos los años
con sus obligaciones.
Comprendo que mi tristeza
no frenará la hierba.
Si los tallos vacilan
será sólo por el viento.
No me causa dolor
que los sotos de alisos
recuperen su murmullo.
Me doy por enterada
de que, como si vivieras,
la orilla de cierto lago
es tan bella como era.
No le guardo rencor
a la vista por la vista
de una bahía deslumbrante.
Puedo incluso imaginarme
que otros, no nosotros,
estén sentados ahora mismo
sobre el abedul derribado.
Respeto su derecho
a reír, a susurrar
y a quedarse felices en silencio.
Supongo incluso
que los une el amor
y que él la abraza a ella
con brazos llenos de vida.
Algo nuevo, como un trino,
comienza a gorgotear entre los juncos.
Sinceramente les deseo
que lo escuchen.
No exijo ningún cambio
de las olas a la orilla,
ligeras o perezosas,
pero nunca obedientes.
Nada le pido
a las aguas junto al bosque,
a veces esmeralda,
a veces zafiro,
a veces negras.
Una cosa no acepto.
Volver a ese lugar.
Renuncio al privilegio
de la presencia.
Te he sobrevivido suficiente
como para recordar desde lejos.
Wislawa Szymborska
Aleksandr Blok, este poeta es ruso
ResponderEliminarOh, primavera inabordable y sin final...
Oh, primavera inabordable y sin final,
Inabordable y sin final como los sueños.
Te reconozco, vida. Te asumo.
Y bajo el tintineo de broqueles te saludo.
Yo te acojo, mala suerte,
Y doy mi bienvenida a los aciertos
Pues no hay nada oprobioso en los encantados
Paisajes del llanto, ni en el misterio de la ventana,
Asumo las discusiones que desvelan
La madrugada en las oscuras cortinas de la ventana,
Para que la encantadora primavera
Excite mis miradas dilatadas.
Asumo las aldeas desérticas
Y los pozos de las ciudades terrenales,
La diáfana extensión de los cielos
y la candidez de los trabajos serviles.
Yo salgo, vida, a tu encuentro en el umbral
Con los cabellos rizados por el viento impetuoso
Y el enigmático nombre de Dios
En los labios fríos y apretados...
Ante la hostilidad de este encuentro
Siempre me defiendo,
Tú nunca eres accesible
¡Y el sueño embriagador se nos escapa!
Y miro y sospecho esta hostilidad,
Odiando, maldiciendo y amando:
Por el suplicio, por la muerte,
Pero de todas formas yo te asumo, vida!
Este poema es de otro ruso:
ResponderEliminarAQUÍ ESTOY...
Aquí estoy para contarte
que ya se levanta el sol
y que su luz ardorosa
pone en las hojas temblor;
que ya se despierta el bosque
—cada rama se despierta—
y ansiosos de primavera
los pájaros ya se inquietan;
contarte que hoy, como ayer,
la misma pasión me llena
y que mi alma, como siempre,
para servirte se apresta;
contarte que en todas partes
hay un soplo de alegría,
y aunque no sé qué contar,
hay canto en el alma mía
Atanasio Fet
Dos poemas de Nicolás Guillén
ResponderEliminarCanción
¡De que callada manera
se me adentra usted sonriendo,
como si fuera la primavera !
(Yo, muriendo.)
Y de que modo sutil
me derramó en la camisa
todas las flores de abril
¿Quién le dijo que yo era
risa siempre, nunca llanto,
como si fuera
la primavera?
(No soy tanto.)
En cambio, ¡Qué espiritual
que usted me brinde una rosa
de su rosal principal!
De que callada manera
se me adentra usted sonriendo,
como si fuera la primavera
(Yo, muriendo.)
MARIPOSA
Quisiera
hacer un verso que tuviera
ritmo de Primavera;
que fuera
como una fina mariposa rara,
como una mariposa que volara
sobre tu vida, y cándida y ligera
revolara
sobre tu cuerpo cálido de cálida palmera
y al fin su vuelo absurdo reposara
--tal como en una roca azul de la pradera--
sobre la linda rosa de tu cara...
Quisiera
hacer un verso que tuviera
toda la fragancia de la Primavera
y que cual una mariposa rara
revolara
sobre tu vida, sobre tu cuerpo, sobre tu cara.
Se acerca ya el comienzo oficial de la primavera y tenemos que dar por cerrada la entrada de poemas para poder preparar la antología. En realidad hace día que no nos llega ningún poema, lo que puede indicar que no resulta fácil encontrarlos, o que nuestros anónimos colaboradores están ya cansados, quizá por tanto examen como trae este final de invierno.
ResponderEliminarGracias a todos los que habéis colaborado con vuestros poemas. Sí, son también vuestros, porque aunque todos tienen autor, vosotros sois los habéis rastreado, leído y apreciado.
Permitidme terminar esta antología con un poema de T.S. Elliot. En realidad se trata de los versos iniciales de su famosísimo "The waste land" (La tierra baldía)
Abril es el mes más cruel: engendra
lilas de la tierra muerta, mezcla
recuerdos y anhelos, despierta
inertes raíces con lluvias primaverales.
Estoy deseando que aparezca la antología.
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