"Fuenlabrada", fotografía de ÁNGELA RUÍZ GARRIDO, tomada de su blog "Amo la fotografía". |
Hoy ha entrado oficialmente el INVIERNO a las 11:46 de la mañana, pero estábamos tan ocupados, corrigiendo exámenes rezagados y poniendo notas, que casi no nos dimos cuenta de su presencia. Por eso ahora queremos saludar como se merece a una estación tan generosa que trae en sus frías y húmedas manos el regalo de unas vacaciones. Le agradecemos esto más de lo que le agradecemos las borrascas y las tormentas, las heladas y las nieves, pero todo va junto en el mismo lote, lo coges o lo dejas, así que bienvenido sea.
Aquí naturalmente no vamos a hacer sombra a los hombres y mujeres del tiempo que hablan de bajas presiones y de isobaras, de máximas frías y de mínimas ateridas, ni vamos a competir con la agitada actualidad periodística que llena las portadas de inundaciones repetidas, carreteras cortadas y aeropuertos cerrados. Solo traemos algo de poesía, invernal pero calida, triste pero bella.
ANTONIO GAMONEDA, asturiano de nacimiento y leonés de adopción, es uno de nuestros más grandes poetas, ganador del Premio Cervantes en el año 2006. Nadie mejor que él, autor de una poesía recia y emocionada a la vez, para saludar la llegada del INVIERNO.
INVIERNO
La nieve cruje como pan caliente
y la luz es limpia como la mirada de algunos seres humanos,
y yo pienso en el pan y en las miradas
mientras camino sobre la nieve.
Hoy es domingo y me parece
que la mañana no está únicamente sobre la tierra
sino que ha entrado suavemente en mi vida.
Yo veo el río como acero oscuro
bajar entre la nieve.
Veo el espino: llamear el rojo,
agrio fruto de enero.
Y el robledal, sobre tierra quemada,
resistir en silencio.
Hoy, domingo, la tierra es semejante
a la belleza y la necesidad
de lo que yo más amo.
Es un poema precioso.
ResponderEliminarEste poema de es de Khalin Gibran
ResponderEliminarEn el corazón de todos los inviernos
vive una primavera palpitante,
y detrás de cada noche
viene una aurora sonriente.
A la hora de escoger un poema para celebrar la llegada del invierno dudé entre el poema de Gamoneda y este de Angel González, que tiene además para mí unos ecos muy personales:
ResponderEliminarCanción de amiga
Nadie recuerda un invierno tan frío como este.
Las calles de la ciudad son láminas de hielo.
Las ramas de los árboles están envueltas en fundas de hielo.
Las estrellas tan altas son destellos de hielo.
Helado está también mi corazón,
Pero no fue en invierno.
Mi amiga,
Mi dulce amiga,
Aquella que me amaba,
Me dice que ha dejado de quererme.
No recuerdo un invierno tan frío como este.
¿Por qué no proponéis más poemas que tengan como protagonista literario al invierno? Asó podríamos hacer entre todos una antología.
ResponderEliminarSupongo que también valen las letras de canciones. Esta es de Warcry.
ResponderEliminarInvierno en mi corazón
Siento soplar, vientos de tormenta en mi interior
Final fatal, acaba en tragedia lo que empezó en amor
Todo lo indicaba, no podía ser
Todos me avisaban, no desconfié
No quise creerlo, ella era mi amor
El mi amigo, pero...
Ella mi princesa, mi esperanza, mi amor
El mi amigo, mi hermano, el que me traicionó
Y es invierno en mi corazón
Invierno en mi corazón
Veo ante mi, momentos de risas y felicidad
Tristes recuerdos de un tiempo pasado que no volverá
Todo lo indicaba, no podia ser,
Todos me avisaban, no desconfié
No quise creerlo, era mi amor
El mi amigo, pero
Ella mi princesa, mi esperanza, mi amor
El mi amigo, mi hermano, el que me traicionó
Y es invierno en mi corazón
Invierno en mi corazón
Vi su sangre desde el lecho caer
No sentí pena alguna ni jamas la sentiré
Pues es invierno en mi corazón
invierno en mi corazón
En mi corazón
Me gusta y es distinto
ResponderEliminarNos casaremos ahora que llueve a carcajadas.
Vos y yo y la tierra celebraremos juntos
el verdor de los cuerpos,
el sexo de las flores,
el polen de la risa
y todas las estrellas
que vienen confundidas
en la gota de lluvia.
Pondremos inviernos en el amor
para verlo crecer
al ritmo de las plantas.
Uniremos las nubes
para formar el trueno,
uniremos la tierra con el agua.
Nos casaremos con el cielo cerrado,
cuando suenen los techos
como ametralladoras
y el canto de las ranas
suba desde el jardín
junto con un cortejo de hormigas voladoras.
Nos casaremos sin sombrillas, amor,
con la cabeza descubierta,
en un patio mojado,
oloroso de tierra,
sin otra sed más que la del uno por el otro,
con la ropa empapada,
juntando nuestros quehaceres
para que se venga el temporal
que lo va a lavar todo,
como la lluvia, amor, de cuando nos casemos.
He encontrado este poema en Internet. Es de Manuel Machado.
ResponderEliminarLa canción del invierno
Los días están tristes y la gente se muere,
y cae la lluvia sucia de las nubes de plomo ...
Y la ciudad no sabe lo que le pasa, como
el pobre corazón no sabe lo que quiere.
Es el invierno, Oscuro túnel, húmedo encierro
por donde marcha, a tientas, nuestro pobre convoy.
Y nos tiene amarrados a la vida de hoy,
como un amor que tira de su cadena al perro.
Luto, lluvia, recuerdo. Triste paz y luz pobre.
Cerremos la ventana a este cielo de cobre.
Encendamos la lámpara en los propios altares ...
Y tengamos, en estas horas crepusculares,
una mujer al lado, en el hogar un leño ...,
y un libro que nos lleve desde la prosa al sueño.
Creo que el invierno no es estación más cantada en la poesía española, quizá porque somos un país del sur, calido y mediterráneo. Desde luego, el otoño, la primavera y el verano tienen bastantes más adeptos entre nuestros poetas. Creo que no es así en la poesía en lengua inglesa o alemana, donde el invierno tiene mucha más presencia poética, seguramente por razones contrarias a las ya comentadas.
ResponderEliminarEn cuanto a los poemas que habéis propuesto me parecen todos muy interesantes, aunque por muy distintas razones en cada caso.Personalmente, me inclino por el de Manuel Machado, que me resulta, como muchos otros poemas suyos, cínico, ingenioso y decadente. Los tres últimos versos me parecen magistrales y resumen muy bien su filosofía de la vida.
Este poema también está en Internet. No sé por qué pero me gusta, quizá porque habla de su perro.
ResponderEliminarNo es increíble cuanto ven mis ojos:
nieva sobre el almendro florido,
nieva sobre la nieve.
Este invierno mi ánimo
es como una primavera temprana,
es como un almendro floroido
bajo la nieve.
Hay demasiado frío
esta tarde en el mundo.
Pero abro la puerta a mi perro
y con él entra en casa calor,
entra la humanidad.
Poemas de Antonio Colinas
Dos poemas sobre el invierno de Juan Ramón Jiménez. El segundo es el que más me gusta. Los he encontrado en www.los-poetas.com
ResponderEliminarLAS TARDES DE ENERO
Va cayendo la noche: La bruma
ha bajado a los montes el cielo:
Una lluvia menuda y monótona
humedece los árboles secos.
El rumor de sus gotas penetra
hasta el fondo sagrado del pecho,
donde el alma, dulcísima, esconde
su perfume de amor y recuerdos.
¡Cómo cae la bruma en en alma!
¡Qué tristeza de vagos misterios
en sus nieblas heladas esconden
esas tardes sin sol ni luceros!
En las tardes de rosas y brisas
los dolores se olvidan, riendo,
y las penas glaciales se ocultan
tras los ojos radiantes de fuego.
Cuando el frío desciende a la tierra,
inundando las frentes de invierno,
se reflejan las almas marchitas
a través de los pálidos cuerpos.
Y hay un algo de pena insondable
en los ojos sin lumbre del cielo,
y las largas miradas se pierden
en la nada sin fe de los sueños.
La nostalgia, tristísima, arroja
en las almas su amargo silencio,
Y los niños se duermen soñando
con ladrones y lobos hambrientos.
Los jardines se mueren de frío;
en sus largos caminos desiertos
no hay rosales cubiertos de rosas,
no hay sonrisas, suspiros ni besos.
¡Como cae la bruma en el alma
perfumada de amor y recuerdos!
¡Cuantas almas se van de la vida
estas tardes sin sol ni luceros!
CANCIÓN DE INVIERNO
Cantan. Cantan.
¿Dónde cantan los pájaros que cantan?
Ha llovido. Aún las ramas
están sin hojas nuevas. Cantan. Cantan
los pájaros. ¿En dónde cantan
los pájaros que cantan?
No tengo pájaros en jaulas.
No hay niños que los vendan. Cantan.
El valle está muy lejos. Nada...
Yo no sé dónde cantan
los pájaros -cantan, cantan-
los pájaros que cantan.
Yo lo pedía sin mucho convencimiento, pero los poemas han ido llegando y la antología se está haciendo paso a paso, verso a verso.
ResponderEliminarEn este blog he encontrado muchos poemas sobre el invierno. Podéis entrar a verlos.
ResponderEliminarhttp://lillianvandenbroeck.wordpress.com/2009/12/06/poemas-frios-breve-seleccion-de-poesia-de-invierno/
Si no os apetece ver ese blog, yo he escogido uno de los poemas:
Jorge Teillier
Poema de invierno
El invierno trae caballos blancos que resbalan en la helada.
Han encendido fuego para defender los huertos
de la bruja blanca de la helada.
Entre la blanca humareda se agita el cuidador.
El perro entumecido amenaza desde su caseta al témpano
flotante de la luna.
Esta noche al niño se le perdonará que duerma tarde.
En la casa los padres están de fiesta.
Pero él abre las ventanas
para ver a los enmascarados jinetes
que lo esperan en el bosque
y sabe que su destino
será amar el olor humilde de los senderos nocturnos.
El invierno trae aguardiente para el maquinista y el fogonero.
Una estrella perdida tambalea como baliza.
Cantos de soldados ebrios
que vuelven tarde a sus cuarteles.
En la casa ha empezado la fiesta.
Pero el niño sabe que la fiesta está en otra parte,
y mira por la ventana buscando a los desconocidos
que pasará toda la vida tratando de encontrar.
Lo hed encontrado en un blog de Filosofía (muy bueno, por cierto):
ResponderEliminarhttp://cavernisofia.blogspot.com/
Tarde invernal
Cuando la nieve cae en las ventanas
Suena, larga, la campana de la tarde,
Muchos tienen la mesa preparada
Y la casa está serena.
Tantos que estaban de viaje
Llegan a la puerta por oscura senda.
Dorado florece el árbol de la gracia
Desde la fresca sabia de la Tierra.
Caminante, entra en silencio:
Dolor petrificó el umbral.
Resplandecen en su luz
Sobre la mesa el pan y el vino.
Georg Trakl
En www.poemasde.net he encontrado este poema del invierno. Es un poeta extremeño.
ResponderEliminarPoema Paisaje De Invierno de Basilio Sánchez
Donde el agua se espesa, una palabra
que se queda en los labios es un hilo de nieve.
Donde la voz se pierde está el secreto
de las manos del frío,
de todas las pequeñas hojas cristalizadas.
Una estrella oscilante se detiene
para la intimidad de la vigilia.
La calle está mojada, el paseante
va pisando la luna bajo la indiferencia de los árboles,
bajo la indiferencia de una noche
que ahora mismo se ordena
sobre las previsiones de sus lámparas.
Como un faro en lo alto,
la luz en la ventana de una mujer que duerme
ilumina los ojos
de otra mujer que, al borde de la cama,
permanece despierta mientras crece
la sombra de sus manos,
su invisible soledad de otro mundo.
La herida del invierno te ha llevado a creer.
Para entrar en lo blanco, vas a necesitar el corazón.
Estos versos me los enseñó mi abuela.
ResponderEliminarAprovecha tus abriles
y ama al hombre que te quiera,
mira que el invierno es largo
y corta la primavera.
Este poema es de José Emilio Pacheco, premio Cervantes 2009.
ResponderEliminarAl lugar que fue nuestro llega el invierno
y cruzan por el aire las bandadas que emigran.
Después renacerá la primavera,
revivirán las flores que sembraste.
Pero en cambio nosotros
ya nunca más veremos
la casa entre la niebla.
A ver si nos vamos a olvidar de uno de los más famosos poemas, el de Antonio Machado.
ResponderEliminarUna tarde parda y fría
de invierno. Los colegiales
estudian. Monotonía
de lluvia tras los cristales.
Es la clase. En un cartel
se representa a Caín
fugitivo, y muerto Abel,
junto a una mancha carmín.
Con timbre sonoro y hueco
truena el maestro, un anciano
mal vestido, enjuto y seco,
que lleva un libro en la mano.
Y todo un coro infantil
va cantando la lección;
mil veces ciento, cien mil,
mil veces mil, un millón.
Una tarde parda y fría
de invierno. Los colegiales
estudian. Monotonía
de la lluvia en los cristales.
Otro poema de invierno en Internet:
ResponderEliminarLuis lópez Anglada
Estamos en invierno, amor, y llueve,
y en el corazón entra tanto frío
como si lo invadiese un negro río
de soledad que hasta la sangre bebe.
En el espacio de tu sueño breve
¿entra la lluvia, amor? Negro y sombrío
tu corazón, acaso, como el mío
ni a despertar de su dormir se atreve.
Tengo, amor, mucho frío y en mis venas
se me han helado soledad y pena
y el tiempo del dolor se vuelve eterno.
Y tanto llueve, amor, y tanto duele
que tengo miedo de que se me hiele
hasta la misma pena en este invierno.
Bueno, la antología de "poemas del invierno" crece y crece sin cesar, sin prisa pero sin pausa, lo que indica que responde al interés o, por lo menos, a la curiosidad de los seguidores de este blog. Algunos de los poemas y de los poetas eran desconocidos para mí, así que os agradezco que me los hayáis descubierto. La verdad es que Internet es una verdadera mina en la que se puede encontrar verdadero oro, no solo basura. El último poema, por ejemplo, me parece conmovedor y tristísimo. Gracias otra vez.
ResponderEliminarFe de vida, de José Hierro
ResponderEliminarSé que el invierno está aquí,
detrás de esa puerta. Sé
que si ahora saliese fuera
lo hallaría todo muerto,
luchando por renacer.
Sé que si busco una rama
no la encontraré.
Sé que si busco una mano
que me salve del olvido
no la encontraré
Sé que si busco al que fui
no lo encontraré.
Pero estoy aquí. Me muevo,
vivo. Me llamo José
Hierro. Alegría. (Alegría
que está caída a mis pies.)
Nada en orden. Todo roto,
a punto de ya no ser.
Pero toco la alegría,
porque aunque todo esté muerto
yo aún estoy vivo y lo sé.
(Alegría, 1947)
He encontrado este poema.
ResponderEliminarINVIERNO
Cuando me acerco hasta tu orilla,
luz del invierno, me deshojas
y el amarillo de mis frutos
sufre desnudo por la sombra.
Van por el cielo nubes grandes,
celestes rocas misteriosas,
mientras un pájaro abatido
hiere la tarde y se desploma...
Triste es la carne, triste el alma,
triste la tierra oscura y roja.
Bajo los árboles helados
toda mi vida es una boca
que ya no sabe de los zumos
con que embriagaba su sed honda.
Puedo morirme... Ya he sabido
cómo se mueren otras rosas,
cómo se ocultan en la nada
todos los ramos de las frondas...
Pero mi vida no es lo mismo,
puede aún decir algunas cosas
contemplando cómo tus dedos,
luz del invierno, me deshojan.
Y este otro:
ResponderEliminarPoema Virgen Del Camino de Andres Trapiello
Estas noches de invierno hace frío en la casa,
los techos son muy altos y las paredes viejas,
cierran mal los balcones y la ventisca entra
hasta la misma cama donde espero
a que me venza el sueño y a que el sueño
me arrebate de golpe el libro de las manos,
y así, sobresaltado, me despierto
en medio de las sombras.
Y es entonces cuando comienzo un rito,
un viejo rito íntimo, igual todas las noches:
rezo un avemaría mentalmente.
Durante muchos años esto me avergonzaba.
?Qué buscas?, me decía, ?en oración tan simple.
Eres un hombre ya, no crees mucho
que el destino del hombre obedezca a unas leyes
divinas ni que el orbe, engastado de estrellas
en las ruedas del sol y de la luna
sea maquinaria de un reloj,
al que un ser bondadoso
da cuerda cada noche en su vasto castillo,
esa vieja mansión que Nietzsche llamó Nada
y Bergson llamó Tiempo.
Es tarde para ti, me digo. Déjale
esa oración a otros, a tus hijos tal vez,
ignorantes aún de lo que sean
las palabras antiguas del arcángel
que anunciaron el Verbo y su silencio
en misterioso griego, según cuenta San Lucas.
No pienses otra cosa. Estás cansado.
Ya es bastante de un día
conocer su final y conocerlo en paz.
Deja, pues, de rezar. Ese viático
no puedes usurparlo, porque, di,
¿de qué te serviría? De qué sirve una llave
de la que no sabemos a dónde pertenece?.
Son razones que habré dicho mil veces,
pero al llegar la noche,
me acuerdo de otras noches
y el frío de mis pies entre las sábanas
es un frío de infancia, de internado,
cuando oía a mi lado el dulce respirar
en otras camas, y en el cristal la escarcha.
Y al recordar aquellas ya lejanas
noches de la meseta, tan largas,
oscuras y sin fondo,
recuerdo las palabras de los frailes:
?La Virgen del Camino
guiará vuestros pasos donde quiera que estéis:
No dejéis de rezarle y el camino
no será tan difícil. Será para vosotros
linterna en alta mar o una noche de luna?.
Y recuerdo que yo, para dormirme,
imaginaba, acurrucado,
debajo de las mantas que pesaban
pero que calentaban poco,
sin moverme siquiera de la parte más tibia
que había caldeado con esfuerzo,
incluso con mi aliento, imaginaba, digo,
qué sería de mí, y qué lejanos mares
habría de cruzar, qué extrañas tierras.
Otras veces pensaba si la muerte
habría de llegarme
como a aquél que labrando
un buen día su viña, ni siquiera
de recoger su manto tuvo tiempo,
o en medio de una fiesta, o en el sueño?
Al llegar a este punto
recuerdo que temblaba y pensaba en mi Virgen,
de modo que mis labios desgranaban
aquel Ave María, gratia plena
con el que yo me hacía
un lecho de hojas secas,
y luego me dormía?para llegar
muchos años después,
a noches como ésta,
noches frías de invierno
donde a solas conmigo voy pensando
y dejando en mi boca, una a una,
las palabras antiguas
de la Salutación, como si fueran
el óbolo que habrá de franquearme
los portales del manto hospitalario
que unos llamaron Tiempo
y otros llamaron Nada.
Estoy sorprendido, pero esta entrada invernal, contra todo pronóstico, ha batido el "record de comentarios" y probablemente aún llegarán más. Estoy pensando en hacer una entrada nueva con esta antología de poemas, que podría ser la primera en español en Internet.
ResponderEliminarEL INVIERNO (Ángel González)
ResponderEliminarEl invierno
de lunas anchas y pequeños días
esta sobre nosotros. Hace tiempo
yo era niño y nevaba mucho,
mucho. Lo recuerdo
viendo a la tierra negra que reposa,
apenas por el hielo
de un charco iluminada.
Es increíble: pero todo esto
que hoy es tierra dormida bajo el frío,
será mañana, bajo el viento,
trigo.
Y rojas
amapolas. Y sarmientos...
Sin esperanza:
la tierra de Castilla está esperando
-crecen los ríos-
con convencimiento.
Diciembre de Susana March
ResponderEliminarSi un día rompo a cantar,
todo cantará conmigo.
Esta mudez de los campos
se rasgará con mi grito.
Las nubes vagan sin prisa
desnudándome el camino.
¡Qué desolado horizonte
en este mes de los fríos!
Hay un revuelo de escarcha
sobre los jóvenes pinos.
Diciembre levanta un cáliz
de pájaros en exilio.
Yo dormida, voy soñando
dulces lares encendidos…
En el invierno de París
ResponderEliminarEn el invierno de París
La pasan mal
Los sans-abris;
La pasan mal
Los sans-logis;
La pasan mal
los sans-nourri:
La pasan mal
En el invierno de París.
En el invierno de París
¿Qué piensas tú,
Sin un ami?
¿Qué piensas tú
Solo en la rue?
¿Qué piensas tú
De mí, de ti,
Qué piensas tú
En el invierno de París?
En el invierno de París
Viene el burgués
(que ama la vie)
Viene el burgués
Y exclama: Oui!
Viene el burgués,
Repite: Oui!
Viene el burgués
En el invierno de París
En el invierno de París
Nunca se vio
Gente tan chic;
Nunca se vio
Tan fino esprit;
Nunca se vio
Là-bas o ici,
Nunca se vio
En el invierno de París.
En el invierno de París
Con calma pues
Tendrás abris;
Con calma pues
Serás nourri;
Con calma pues
Se dice (on dit)
Con calme pues
En el invierno de París.
En el invierno de París
Vivir podrás
Un mes así;
Vivir podrás
con lait, con lit;
vivir podrás
ya san souci;
vivir podrás
en el invierno de París.
En el invierno de París…
¿Pero y después?
Solo en la rue.
¿Pero y después?
Sin un ami.
¿Pero y después?
Ni lait ni lit.
¿Pero y después
Sin el invierno de París?
Nicolás Guillén
Creía conocer bien la obra de este poeta cubano, pero no recuerdo haber leído ese poema. Me parece curioso, además de muy útil para repasar francés.
ResponderEliminarPoema de Esther Zalarruki ¿¿¿???
ResponderEliminarHabrá tenido un difícil invierno...
Habrá tenido un difícil invierno,
pero al sol hoy reconoce el bienestar
como aceite sobre sí y lo agradece.
Palpa el suelo caliente.
Piensa en darse
al lomo de las cosas, a ciegas,
para ver cómo es estar con ellas
cuando nada crece ni decae.
Rechaza los recuerdos suavemente,
como a niños, como a niños les ordena el silencio.
Oirá voces,
se hará tarde, alguna imagen
acudirá como un zarpazo,
quizá los rostros que le quieren vivo,
sentimientos como brotes o heladas,
pero el sol sigue alto
mientras dure este poema.
Pere Gimferrer
ResponderEliminarEn invierno, la lluvia dulce en los parabrisas...
En invierno, la lluvia dulce en los parabrisas, las carreteras
brillando hacia el océano,
la viajera de los guantes rosa, oh mi desfallecido corazón, clavel
en la solapa del smoking,
muerto bajo el aullido de la noche insaciable, los lotos en la niebla,
el erizo de mar al fondo del armario,
el viento que recorre los pasillos y no se cansa de pronunciar
tu nombre.
Ella venía por la acera, desde el destello azul de Central Park.
¡Cómo me dolía el pecho sólo con verla pasar!
Sonrisa de azucena, o jos de garza, mi amor,
entre el humo del snack te veía pasar yo.
¡Oh música, oh juventud, oh bullicioso champán!
(Y tu cuerpo como un blanco ramillete de azahar...)
Los jardines del barrio residencial, rodeados de verjas,
silenciosos, dorados, esperan.
Con el viento que agita los visillos viene un suspiro de
sirenas nevadas.
Todas las noches, en el snack,
mis ojos febrües la vieron pasar.
Todo el inviemo que pasé en New York
mis ojos la buscaban entre nieve y neón.
Las oficinas de los aeropuertos, con sus luces de clínica.
El paraíso, los labios pintados, las uñas pintadas, la sonrisa,
las rubias platino, los escotes, el mar verde y oscuro.
Una espada en la helada tiniebla, un jazmín detenido
en el tiempo.
Así llega, como un áncora descendiendo entre luminosos
arrecifes,
la muerte.
Se empañaban los cristales con el frío de New York.
¡Patinando en Central Park sería un cisne mi amor!
Los asesinos llevan zapatos de charol. Fuman rubio, sonríen.
Disparan.
La orquesta tiene un saxo, un batería, un pianista. Los cantantes.
Hay un número de strip-tease y un prestidigitador.
Aquella noche llovía al salir. El cielo era de cobre y luz
magnética.
Este poema es de Vicente Huidobro ¡¡¡¡¡!!!!!!
ResponderEliminarEl invierno ha llegado al llamado de alguien
Y las miradas emigran hacia los calores conocidos
Esta noche el viento arrastra sus chales de viento
Tejed queridos pájaros míos un techo de cantos sobre las avenidas
Oíd crepitar el arco iris mojado
Bajo el peso de los pájaros se ha plegado
La amargura teme a las intemperies
Pero nos queda un poco de ceniza del ocaso
Golondrinas de mi pecho qué mal hacéis
Sacudiendo siempre ese abanico vegetal
Seducciones de antesala en grado de aguardiente
Alejemos en seguida el coche de las nieves
Bebo lentamente tus miradas de justas calorías
El salón se hincha con el vapor de las bocas
Las miradas congeladas cuelgan de la lámpara
Y hay moscas
Sobre los suspiros petrificados
Los ojos están llenos de un líquido viajero
Y cada ojo tiene un perfume especial
El silencio es una planta que brota al interior
Si el corazón conserva su calefacción igual
Afuera se acerca el coche de las nieves
Trayendo su termómetro de ultratumba
Y me adormezco con el ruido del piano lunar
Cuando se estrujan las nubes y cae la lluvia
Cae
Nieve con gusto a universo
Cae
Nieve que huele a mar
Cae
Nieve perfecta de los violines
Cae
La nieve sobre las mariposas
Cae
Nieve en copos de olores
La nieve en tubo inconsistente
Cae
Nieve a paso de flor
Nieva nieve sobre todos los rincones del tiempo
Simiente de sonido de campanas
Sobre los naufragios más lejanos
Calentad vuestros suspiros en los bolsillos
Que el cielo peina sus nubes antiguas
Siguiendo los gestos de nuestras manos
Lágrimas astrológicas sobre nuestras miserias
Y sobre la cabeza del patriarca guardián del frío
El cielo emblanquece nuestra atmósfera
Entre las palabras heladas a medio camino
Ahora que el patriarca se ha dormido
La nieve se desliza se desliza
se desliza
Desde su barba pulida
Creo que este no está todavía, es de Antonio Machado
ResponderEliminarSOL DE INVIERNO
Es mediodía. Un parque.
Invierno. Blancas sendas;
simétricos montículos
y ramas esqueléticas.
Bajo el invernadero,
naranjos en maceta,
y en su tonel, pintado
de verde, la palmera.
Un viejecillo dice,
para su capa vieja:
«¡El sol, esta hermosura
de sol!...» Los niños juegan.
El agua de la fuente
resbala, corre y sueña
lamiendo, casi muda,
la verdinosa piedra.
Cuando el frío de Paz Díez Taboada
ResponderEliminarEs en el alto invierno..., cuando el frío se ensaña,
cuando oigo por la radio “¡Ojo a la carretera!,
ha nevado en Segovia, se han cerrado San Glorio,
El Escudo, El Madero..., por supuesto, En Valira...”.
En la televisión, postales invernales:
carretera de Burgos a Vitoria, nevada;
en Teruel y Albacete, el frío de costumbre,
pero nevó en Altea..., ¡son palabras mayores!
Es en el alto invierno cuando cojo la pluma
y emborrono las páginas de los viejos cuadernos.
Cuando duermen las rosas, hago yo mi rotundo
ensayo general para la muerte.
Este poema es una maravilla, lo he encontrado en Internet. Es de un poeta griego llamado Constantino Kavafis
ResponderEliminarBuen tiempo, mal tiempo
Me alegra que se vaya
el invierno con sus nieblas, temporales y frío.
La primavera entra en mí, oh alegría verdadera.
La risa es como un rayo de sol, todo de oro puro,
no hay otro jardín como el del amor,
el calor de la canción derrite todas las nieves.
Que agradable cuando la primavera
siembra de flores las verdes campiñas.
Pero si tienes el corazón herido es como si llegara el invierno.
La tristeza puede empañar el mas brillante de los soles;
si estás apenado, Mayo parecerá Diciembre,
porque las lágrimas son tan frías como la nieve.
Versión de Miguel Castillo Didier
2 poemas de Julio LLamazares
ResponderEliminar“La nieve está en mi corazón”
La nieve está en mi corazón como el silencio en las habitaciones de los balnearios: densa y profunda, indestructible.
La nieve está en mi corazón como la hiedra de la muerte en las habitaciones donde nacimos.
Y el tiempo huye de mí con un crujido dulce de zarzales.
Nieva implacablemente sobre los páramos de mi memoria. Es ya noche entre los blancos cercados.
Cuando amanezca, será ya siempre invierno.
“Mi memoria es la memoria de la nieve”
Mi memoria es la memoria de la nieve. Mi corazón está blanco
como un campo de urces.
En labios amarillos la negación florece. Pero existe un nogal
donde habita el invierno.
Un lejano nogal, doblado sobre el agua, a donde acuden a morir
los guerreros más viejos.
En un mismo exterior se deshacen los días y la desolación corroe
los signos del suicidio:
globos entre las ramas del silencio y un animal sin nombre
que se espesa en mi rostro.
Soldados en la nieve
ResponderEliminarDiciembre ha congelado su aliento de dos filos,
y lo resopla desde los cielos congelados,
como una llama seca desarrollada en hilos,
como una larga ruina que ataca a los soldados.
Nieve donde el caballo que impone sus pisadas
es una soledad de galopante luto.
Nieve de uñas cernidas, de garras derribadas,
de celeste maldad, de desprecio absoluto.
Muerde, tala, traspasa como un tremendo hachazo,
con un hacha de mármol encarnizado y leve.
Desciende, se derrama como un deshecho abrazo
de precipicios y alas, de soledad y nieve.
Esta agresión que parte del centro del invierno,
hambre cruda, cansada de tener hambre y frío,
amenaza al desnudo con un rencor eterno,
blanco, mortal, hambriento, silencioso, sombrío.
Quiere aplacar las fraguas, los odios, las hogueras,
quiere cegar los mares, sepultar los amores:
y se va elevando lentas y diáfanas barreras,
estatuas silenciosas y vidrios agresores.
Que se derrame a chorros el corazón de lana
de tantos almacenes y talleres textiles,
para cubrir los cuerpos que queman la mañana
con la voz, la mirada, los pies y los fusiles.
Ropa para los cuerpos que pueden ir desnudos,
que pueden ir vestidos de escarchas y de hielos:
de piedra enjuta contra los picotazos rudos,
las mordeduras pálidas y los pálidos vuelos.
Ropa para los cuerpos que rechazan callados
los ataques más blancos con los huesos más rojos.
Porque tienen el hueso solar estos soldados,
y porque son hogueras con pisadas, con ojos.
La frialdad se abalanza, la muerte se deshoja,
el clamor que no suena, pero que escucho, llueve.
Sobre la nieve blanca, la vida roja y roja
hace la nieve cálida, siembra fuego en la nieve.
Tan decididamente son el cristal de roca
que sólo el fuego, sólo la llama cristaliza,
que atacan con el pómulo nevado, con la boca,
y vuelven cuanto atacan recuerdos de ceniza.
Noche y nieve, de José Emilio Pacheco
ResponderEliminarMe asomé a la ventana y en lugar de jardín hallé la noche
enteramente constelada de nieve
La nieve hace tangible el silencio y es el desplome de la
luz y se apaga
La nieve no quiere decir nada: Es sólo una pregunta que
deja caer millones de signos de interrogación sobre el
mundo
HA LLEGADO EL MOMENTO DE DAR POR CERRADA ESTA ANTOLOGÍA, ANTES DE QUE SE HAGA INMANEJABLE.
ResponderEliminarGRACIAS A TODOS POR VUESTRA EXTRAORDINARIA COLABORACIÓN.
Invierno en la batalla de Teruel
ResponderEliminarCésar Vallejo
¡Cae agua de revólveres lavados!
Precisamente,
es la gracia metálica del agua,
en la tarde nocturna en Aragón,
no obstante las construídas yerbas,
las legumbres ardientes, las plantas industriales.
Precisamente,
es la rama serena de la química,
la rama de explosivos en un pelo,
la rama de automóviles en frecuencias y adioses.
Así responde el hombre, así, a la muerte,
así mira de frente y escucha de costado,
así el agua, al contrario de la sangre, es de agua,
así el fuego, al revés de la ceniza, alisa sus rumiantes ateridos.
¿Quién va, bajo la nieve? ¿Están matando? No.
Precisamente,
va la vida coleando, con su segunda soga.
¡Y horrísima es la guerra, solivianta,
lo pone a uno largo, ojoso;
da tumba la guerra, da caer,
da dar un salto extraño de antropoide!
Tú lo hueles, compañero, perfectamente,
al pisar
por distracción tu brazo entre cadáveres;
tú lo ves, pues, tocaste tus testículos, poniéndote rojísimo;
tú lo oyes en tu boca de soldado natural.
Vamos, pues, compañero;
nos espera tu sombra apercibida,
nos espera tu sombra acuartelada,
mediodía capitán, noche soldado raso...
Por eso, al referirme a esta agonía,
aléjome de mí gritando fuerte:
¡Abajo mi cadáver! ... Y sollozo.