Llegó el momento de decir adiós, de recoger los últimos libros, los penúltimos papeles -siempre queda alguno traspapelado- de pasar la vista por lugares familiares que uno ha pisado durante años, de tocar quizá por última vez objetos que le han servido fielmente durante una vida de trabajo, de dar un beso o de estrechar la mano de un compañero, en gestos que no por repetidos resultan menos entrañables. Llegó el momento. Quizá uno ha imaginado la escena muchas veces, pero ahora de repente es más viva, más auténtica, más real. Aquí y ahora el momento es único, irrepetible..
CARMEN PACHECO y JOSE ANTONIO QUINTANA se van, se nos van del Departamento de Lengua y Literatura, del que han formado parte durante años y años, como RODOLFO LÓPEZ ISERN se va del de Filosofía. Es una manera de hablar, cierta y falsa a la vez. Se van después de una vida de trabajo, pero se quedan en el recuerdo de los que siguen trabajando, quizá envidiosos de su suerte. Otros se fueron antes que ellos, y antes hubo aún otros, en una lista que podría hacerse interminable si la ensanchamos hacia el pasado y hacia el futuro.
Pero no queremos que estas palabras suenen a despedida, menos a despedida triste. Sentimos que se vayan, por supuesto, pero sobre todo queremos que sean felices, que la nueva vida que ahora comienzan sea para ellos verdaderamente de júbilo. Un jubilado no lo es porque deja atrás una vida de trabajo y de dedicación profesional, en este caso a la enseñanza de varias generaciones de chicos y chicas, lo es porque empieza una nueva vida, con sus retos, con sus sorpresas, con sus incertidumbres, con sus ilusiones. Que la curiosidad intelectual y la apertura mental les acompañen como siempre lo han hecho, que les ayuden a descubrir, jubilosamente, nuevos libros, nuevos viajes, nuevas personas. Que la nueva vida que ahora comienza para ellos sea, si no tan larga como la que han vivido, sí igual de gratificante, igual de plena, igual de joven...igual de jubilosa.
No, no llego el momento de decir adiós a CARMEN, a JOSÉ ANTONIO, a RODOLFO, sino "hasta luego, hasta siempre, compañeros". Que las sentidas palabras de otro de nosotros, Luis Díez, os acompañen también. Los versos, con sus pies ligeros, siempre danzan donde la prosa torpe anda dando traspiés y a trompicones.
¿Quién habrá de mirar ahora aquellas hojas
del calendario y sus muescas,
las que figuran en negro
y las en rojo señaladas?
¿Quién la rueda de cuentas
y el chirrïante torno
del engranaje de la semana?.
¿Quién sabrá del mecanismo férreo
que la marcaba,
de la casi invencible pereza
de tantas mañanas?.
No, pues que un tiempo se os abre ahora,
como en un limpio cielo
raíl de plata,
que no es el mismo ya que ese tiempo
que a cómputo se reducía
y a balanza:
este, como por magia, olvida
las palabras acostumbradas:
niños, clases, desdobles,
evaluaciones, aulas,
y se desnuda de obligaciones,
laborales rutinas y cargas;
allí los días se tornan flores,
vida sin plan ni lindes,
en su fluir remansadas,
y por encima del alborozo
y los embates tercos
de la añoranza,
vais a un país de sol risueño y jubiloso
que acaso se parezca
a bienhadada Atlántida
De los tres profesores solo he tenido a Carmen Pacheco y puedo decir que ha sido una de las mejores personas que he conocido. A todos les deseo la mayor felicidad posible.
ResponderEliminarLes deseo la mayor felicidad en su nuevo estado. Se la merecen
ResponderEliminarQuién se va a encargar del ajedrez si no está Quintana?
ResponderEliminarDoña Carmen usted no ha sido una profesora, HA SIDO UN GRAN SEÑORA, de las que ya no quedan muchas. Gracias por todo.
ResponderEliminarEspero que les quede una buena jubilación para disfrutar de la vida porque si no...
ResponderEliminaresos profes molones quedaran en los corazones
ResponderEliminarLes echaremos muchos de menos, muchas gracias por todo.
ResponderEliminar¡Arriba, abajo,
ResponderEliminaral centro, adentro!
Brindo por ustedes.
¡Qué bellas palabras! A mí en mi jubilación me "regalaron" un discurso torpe del director, de circunstancias, más falso que Judas. No conozco ni a Carmen, ni a Jose Antonio, ni a Rodolfo, pero los envidio.
ResponderEliminarFui una de las alumnas que tuvo el privilegio de dar clase con CArmen Pacheco, hace 35 años. Mi gratitud para ella, mi alegría al verla en esa foto, contenta y estupenda, y mis mejores deseos para la nueva etapa.
ResponderEliminarSeñor Quintana, usted ha sido profesor de dos de mis hijos, no muy buenos estudiantes todo hay que decirlo, y le estamos todos muy agradecidos. Ojalá disfrute mucho de una larga jubilación, se lo merece
ResponderEliminarMe llamo Marián CArretero. Carmen Pacheco fue mi profe cuando yo tenía 12, 13, 14 años. Una mujer valiente. Hemos comentado a menudo mis amigas y yo lo importante que fue todo lo que nos aportó. Poesías, textos críticos, coloquios, en una época y un medio inhóspito... Si lees esto (o si alguien que la conoce lo lee...) por favor contacta conmigo en mcarreterov@aemet.es. Mis amigas son, por si te suenan mas, Lourdes Parajón, CAti Cormenzana, Macarena Martinez, Estrella de Miguel.. Me he emocionado y me he alegrado mucho al verte en la foto, con esa sonrisa tan estupenda... Gracias.
ResponderEliminarEnviado 15-8-2011)
Esther Gutiérrez.(2001-2006) nº Matricula:5272
ResponderEliminarHola¡¡ yo he sido alumna de José Antonio Quintana,profesor magnífico donde los halla,nunca se me olvidara aquella frase de: el reglamento del regimen interior informa que todos los alumnos deben permanecer sentados al sonar el timbre de entrada.Cuantas veces lo habremos copiado¡¡¡eso si cuando llegaba a clase estabamos todos sentados.Mas nos valía jejeje,sino eran 50 veces.Que de bolis gasté ese año.Continué formandome alli y ya solo le veía por los pasillos,una vez me dijo que yo si quería podía y en cuarto de diversificación me saque 7 de tercero que tenía pendiente,conseguí mi graduado,gracias a sus palabras.Ahora vivo en Extremadura,y me puse a estudiar para la prueba de acceso a grado superior,la primera que aprobé fue lengua,y depues conseguí una media de 6.16,ahora estoy a la espera de estudiar integración social.Me gustaria agradecer a todos y cada uno de los profesores del instituto que han formado parte de mi enseñanza pero sobre todo a José Antonio Quintana.Aquel profesor que me hizo darme cuenta de muchas cosas,y no ser la niña revelde que era.Un Saludo y que te vaya todo muy bien¡¡¡¡
Yo también he sido alumno de Quintana hace años. Exigente, incluso estricto, pero muy buen profesor y mejor persona. Ojalá mi hijo de dos años cuando le toque ir al cole o al insti tenga profesores como él.
ResponderEliminarNo todos los profesores dejan un buen recuerdo en la mente de sus alumnos, pero cuando lo hacen ese recuerdo es muchas veces imborrable. Eso es lo que me ocurre a mi con Carmen Pacheco. Gracias.
ResponderEliminarUnos profesores se van y otros vienen, pero algunos quedan en el recuerdo de los alumnos y otros no. A Jose Antonio Quintana le recordaré siempre porque me enseñó muchas cosas, entre otras a jugar al ajedrez, que tantos momentos felices me ha dado.
ResponderEliminarCompañeros, tenéis la suerte de poderos ir a tiempo, antes de que el barco se hunda y ya no tengáis fuerzas ni para nadar. Me alegro por vosotros y os envidio.
ResponderEliminarEl problema para los jóvenes de mi generación es que a lo mejor nos tendremos que jubilar sin haber podido trabajar, y a lo peor no podremos cobrar ni una mísera pensión.
ResponderEliminarYo voy a seguir viviendo de los viejos por lo menos hasta que se jubilen ellos y luego ya veremos.
ResponderEliminarNuestra profesora Isabel no está en edad de jubilación pero se tiene que ir con los +++recortes. Es una vergüenza y un asco, los recortes, claro.
ResponderEliminarHola, vuelvo a ser Marian Carretero, ya lo siento, pero olvidé un dato importante para que puedas recordar, Carmen, quienes somos. Nos diste clase hace unos ¡35 años! Según mis cálculos, debimos ser tus primeras alumnas (privilegiadas alumnas). Bueno, pues si no te parece mal, me puedes llamar al 627388102. O contactar en el correo electrónico del comentario del 23 de agosto... Saludos afectuosos en todo caso.
ResponderEliminarTuve la grandísima suerte de ser alumna de Carmen Pacheco hace cinco años. Fue sólo durante un curso, pero tiempo suficiente para que me marcara de tal forma que a día de hoy todavía la echo de menos; incluso habiéndome ido ya del instituto, de vez en cuando vuelvo a pensar en ella y en cuánto me hizo admirarla. Ojalá le vaya muy bien.
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