-¿Me permite que le acompañe unos hectómetros?
El viajero, que siente una admiración sin límites por los niños redichos, le había respondido:
-Bien; te permito que me acompañes unos hectómetros.
Ya en la carretera, el viajero se para en un regato, a lavarse un poco. El agua está fresca, muy limpia.
-Es un agua muy cristalina, ¿verdad?
El viajero descuelga la mochila y se desnuda de medio cuerpo. El niño se sienta en una piedra a mirarle.
-No es usted muy velludo.
- Pues no... Más bien no.
El viajero se pone en cuclillas y empieza a refrescarse las manos.
-¿Va usted muy lejos?-Psche...; regular... Dame el jabón.
El niño destapa la jabonera y se la acerca. Es un niño muy obsequioso.
-¡Pues anda, que como vaya usted muy lejos con este calor!
-A veces hace más, dame la toalla.
El niño le da la toalla.-¿Es usted de Madrid?
El viajero mientras se seca, decide pasar a la ofensiva.
-No, no soy de Madrid, ¿Cómo te llamas?
-Armando, para servirle, Armando Mondéjar López.
-¿Cuántos años tienes?
-Trece.
-¿Qué estudias?
-Perito.
-Perito... ¿qué?
-Pues perito... perito.
-¿Qué es tu padre?
-Está en la Diputación.
-¿Cómo se llama?
-Pío
-¿Cuántos hermanos tienes?
-Somos cinco: cuatro niños y una niña. Yo soy el mayor.
-¿Sois todos rubios?
-Sí, señor. Todos tenemos el pelo rojo; mi papá también lo tiene.
En la voz del niño hay como una vaga cadencia de tristeza.
El viajero no hubiera querido preguntar tanto. Piensa un instante, mientras guarda la toalla y el jabón y saca de la mochila tomates, el pan y un lata de "Foi-gras", que se ha pasado de rosca preguntando.
-¿Cómenos un poco?
-Bueno; como usted guste.
El viajero trata de hacerse amable, y el niño, poco a poco, vuelve a la alegría de antes de decir: "Sí, todos tenemos el pelo rojo. Mi papá también lo tiene". El viajero le cuenta al niño que no va a Zaragoza, que va a darse una vueltecita por la Alcarria; le cuenta también de dónde es, cómo se llama, cuántos hermanos tiene. Cuando le habla de un primo suyo, bizco, que vive en Málaga y que se llama Jenaro, el niño va ya muerto de risa. Después le cuenta cosas de la guerra, y el niño escucha atento, emocionado, con los ojos muy abiertos.
-¿Le han dado algún tiro?
El viajero y el niño se han hecho muy amigos y, hablando, llegan al camino de Iriépal. El niño se despide. (...)
El viajero echa a andar y el niño se queda mirando el borde de la carretera. Desde lejos, el viajero se vuelve. El niño le dice adiós con la mano. A pleno sol, el pelo le brilla como si fuera de fuego. El niño tiene el pelo hermoso, luminoso, lleno de encanto. Él cree lo contrario.
Camilo José Cela
muy buen texto por parte del famoso hombre de letras Camilo José Cela
ResponderEliminarCela es el mejor viajero de todos los tiempos
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